
EVOLUCIÓN
INTRODUCCIÓN
Que difícil definir algo tan oscuro como la evolución, son tantas las variables que hay que tener en cuenta que por simplificarlo, a veces se obtiene más oscuridad. Son muchos los conceptos que hay que tener claros como para poder entenderla . Y claro, son tantas las definiciones de evolución como autores han intentado definirla. Algunas nociones que deberiamos tener claras antes de ahondar en el tema.
¿Qué es una especie especie? ¿Cómo se heredan los caracteres? ¿Cómo se dan los procesos de meiosis y mitosis?. Y entender que no existe ni dirección ni sentido en el curso de la evolucion.
No tiene ninguna importancia que los humanos estén en la tierra y que posean conocimiento o capacidad de raciocinio.
Es erróneo pensar que una especie esta mas adaptada por que es más compleja que otra. Si ambas están sobreviviendo en el mismo tiempo, es mas algunas especies pueden extinguirse, a pesar de estar adaptadas. Los humanos y las bacterias ambos están adaptados a la vida en la tierra y no podemos decir que las bacterias son menos evolucionados que nosotros. Quizás sean menos complejas. Pero sobreviven y es más ocupan muchísimos más nichos ecológicos que lo seres humanos. Esta es otra gran definición que necesitamos entender para poder entender la evolución. Diremos que un nicho ecológico será un espacio n dimensional que un organismo ocupara y en el cual podrá crecer y desarrollarse y dejar descendencia.
Quizás algún filosofo o lógico pueda criticar a la definición de evolución de tautológica , ya que alguna definición plantea que los organismos mas adaptados son aquellos que más descendencia dejan, y cuando preguntamos quienes son aquellos que más descendencia dejan responden los más adaptados. Intentaron salvar esta tautología o razonamiento circular con la inclusión del fitness pero poco se pudo hacer. Un analisis en el que proponen los problemas de diseño y se entienden los caracteres como soluciones de diseño elimina esta tautologia al predecir por adelantado que individuos seran los mas adaptados y decir que esos seran los que mas descendientes tengan. Pero de vuelta si el ambiente cambia podrian dejar de ser los mas adaptados.
La teoría de la evolución no es una teoría predictiva. No sirve para predecir. Y significa no entenderla, pensar que los organismo más complejos están más adaptados.O pensar que alguna caracteristica se ira desarrolando conforme actue la evolucion, hacia algun lado. En palabras de Gould, podriamos tocar nuevamente la cinta de la vida y el resultado seria completamente diferente.
La teoría de la evolución intenta explicar las adaptaciones.Vemos los pinzones de Darwin que en las diferentes islas han desarrollado diferentes picos que le sirvieron para especializarse y poder capturar más alimento del que había disponible en esa isla. Lo que piensa un biólogo es que no hubo un sentimiento interior(del pajaro) que fue perfeccionando ese pico. Simplemente fueron apareciendo mutaciones que daban una ventaja comparativa a las aves que poseían esas mutaciones o esos alelos y esos se apareaban mas y pasaban a su descendencia esos rasgos.
Bueno que embrollo. Para entender estos casos debemos ahondar un poco mas. Luego podremos hacer algunas conclusiones. Y si confiamos en la teoría de la evolución razonando de acuerdo a ella . Hablo de confiar y no de creer ya que la teoría de evolución como científica que intenta ser no se trata de fe y de creencias si no de evidencias que las hay de sobra.
Manos a la obra y a estudiar.
Y, como dicen "Las pastillas" ... A leer cuando se pueda y a escribir que ese sea el ocio que para el sistema cada ignorante es negocio.
Vayamos a un poco de historia.
HISTORIA DE LA TEORÍA EVOLUTIVA
Sin importar cuánto sepamos de las teorías evolucionistas, es probable que al hacer mención de la palabra “evolución” el primer nombre que venga a la mente sea el de Charles Darwin, sólo alguna que otra persona más detallista puede llegar a aventurar un Russel Wallace. Como si la idea de evolución hubiera nacido con ellos, la mayoría de las veces se olvida, cuando no se ignora, que los primeros pilares de la teoría se construyeron unos 2400 años antes del nacimiento de ambos.
Cualquier estudioso de las ciencias, artes o religión puede dar fe de cuán difícil es encontrar tema que no haya sido contemplado por un filósofo griego, y por supuesto el que nos compete aquí no es la excepción, Anaximandro fue el primero. Vivió en Mileto, Grecia, entre los años 611 y 547a.C. aproximadamente, dentro de su tesis sobre la creación del universo dedica un espacio al Origen de los animales y del hombre. En ella plantea que los primeros animales surgen del fango que se iba secando merced al calor del sol y que estaban recubiertos de una piel erizada y espinosa para protegerse del mundo circundante. Con ello se denota una clara aproximación a lo que más tarde serían las teorías lamarckista-darwinista de la defensa de las especies frente a su medio ambiente y del cambio de la forma de las especies en virtud de los cambios producidos en ese medio. El cambio de las condiciones de vida, es decir, el cambio hacia el elemento seco, ocasionó la desaparición de la corteza que rodeaba a estos seres. Por otro lado, planteaba que los hombres y mujeres primitivos nacieron ya adultos. En el fango calentado por el sol se originaron unos peces o animales semejantes a los peces en cuyo interior se habían desarrollado los humanos y que permanecieron allí hasta la madurez. Esto lo fundamenta desde la idea de que el hombre si hubiese llegado al mundo en la forma que llega actualmente, no habría sobrevivido.
En el siglo V a.C. Empédocles expresó lo que sería el intento más antiguo de explicar un mecanismo racional y global sobre el origen de las especies. En sus escritos plantea que en primer lugar se produjeron todos los miembros y órganos individuales a partir de la tierra. Estos vagaron por separado al principio y luego bajo el poder del amor se juntaron en todo tipo de combinaciones híbridas silvestres, aparentemente al azar. Las criaturas así formadas, reunidas erróneamente de partes de animales diferentes murieron, ya sea de inmediato o por la incapacidad para reproducirse, y sólo las criaturas que por casualidad se formaron a partir de miembros homogéneos sobrevivieron fundando las especies que vemos hoy. A pesar del paralelismo que puede hacerse de las ideas de Empédocles con la teoría de Darwin-Wallace sobre el origen de las especies, no parece en ellas haber ninguna evolución gradual de una especie a otra, y significaría que toda la variedad de la naturaleza se produjo en un evento único.
En el mismo siglo, Platón estableció la filosofía del esencialismo, que llamó teoría de las Formas. Esta teoría implicaba la existencia de un “mundo de las ideas (o esencias)” formado por un número limitado de esencias (eide), creado por el Demiurgo, “perfecto creador” que, como escribe en el Timeo, por ser Él «[...] libre de celos, Él deseó que todas las cosas fueran como Él»; y mantiene que los objetos observados en el mundo real no son más que “reflejos” o “sombras” (Alegoría de la caverna) del “mundo de las ideas”. Por lo que, la variación (que en principio podría dar origen a las distintas especies) no era más que el resultado de estas sombras imperfectas de las esencias perfectas y constantes.
Otro filósofo griego, Aristóteles, el primer naturalista del que se tienen escritos, desarrolló la Scala Naturae o Escala de la naturaleza. En ella clasificaba a los organismos en una escala jerárquica situándolos según su complejidad estructural y funcional para así explicar su concepto del avance de las cosas vivientes desde lo inanimado a las plantas, luego a los animales y finalmente al hombre.
Lejos del mundo occidental, China pasaba por un período de “Reinos combatientes”, marcado por la desunión política y el florecimiento cultural con Confucio y el Taoísmo.
Las enseñanzas del sistema filosófico taoísta, desarrolladas a partir de los escritos de Lao Tsé y Zhuangzi, parten del concepto de unidad absoluta y al mismo tiempo mutable denominado Tao, que conforma la realidad suprema y el principio cosmológico y ontológico de todas las cosas. En el capítulo 18, del libro que lleva su nombre, Zhuangzi menciona que las formas de vida tienen una habilidad innata o el poder de transformarse y adaptarse a su entorno y que los seres humanos también están sujetos a este proceso de cambio como parte de la naturaleza.
Luego de la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V d.C., los pensadores cristianos cambiaron al Demiurgo de Platón por Dios, le adjudicaron sus perfectas creaciones y las clasificaron siguiendo la Scala Naturae de Aristóteles. Esta Scala Naturae o “cadena de los seres” ahora contemplaba un orden de jerarquía entre el infierno y Dios, con la humanidad en una posición intermedia luego de los ángeles y anterior al resto de los animales y plantas sobre la Tierra. No había eslabones vacíos en la cadena, y ningún eslabón estaba representado por más de una especie, por tanto, ninguna especie podía moverse desde una posición a la otra. Así, el dogma bíblico impuesto, con su dios omnisciente y un mundo recientemente creado por él y ordenado según una cadena de seres perfecta, no permite contemplar cambios evolutivos.
La revolución científica de los siglos XVI y XVII enfatizó la necesidad de un tratamiento racional de los fenómenos naturales, hizo cada vez más inaceptables las explicaciones sobrenaturales. La creencia en un dios que estaba en todos los detalles fue sustituida entre los científicos y filósofos por un dios creador (causa primaria) que dejaba el mundo a merced de leyes universales (las causas secundarias).
Fue así, una etapa en la que las únicas ciencias que encontraron lugar fueron la física y la matemática, en las que se destacaron Descartes, Boyle, Newton, Pascal; creacionistas estrictos que aportaron las leyes universales por las que el mundo recientemente creado era mantenido, incompatibles con un mundo cambiante.
Afortunadamente, la desaparición de las ideas evolucionistas en el mundo occidental, no resulto en su total destierro, las escuelas islámicas continuaron enseñando las primitivas teorías de la evolución. Entre los muchos escritos musulmanes, tal vez uno de los más destacables son los del biólogo afroárabe al-Jahiz. En su obra “El libro de los animales” publicada en el siglo IX, se lee:
“Los animales se encuentran involucrados en una lucha por la existencia: por los recursos, para evitar ser devorados, y para reproducirse. Los factores ambientales influyen en los organismos para desarrollar nuevas características que aseguren su supervivencia, transformándose así en otras especies. Los animales que sobreviven y se reproducen pueden traspasar sus características a la descendencia.”
Está claro que en estas palabras vuelve a aparecer, como lo hizo previamente en las ideas de Anaximandro, los esbozos de lo que sería la teoría lamarckista-darwinista. Los trabajos de al-Jahiz y otros estudiosos del área se dieron a conocer en el mundo occidental a partir del Renacimiento gracias a la traducción de sus obras al latín.
El retorno de las ideas evolucionistas por parte de los musulmanes, se sumo a tres desarrollos científicos que contribuyeron a socavar las bases de la ideología imperante y a preparar el terreno al desarrollo de las teorías evolutivas como las conocemos hoy. Primero, la creciente percepción de la infinidad del espacio por los avances de la astronomía, con una consiguiente aproximación a la idea del carácter también infinito del tiempo. Otro fue la comprensión por representantes de la nueva ciencia de la geología como Thomas Burnet (1635-1715), John Woodward (1665-1728), James Hutton (1726-1797) o Charles Lyell (1797-1875) de que la Tierra había estado sometida en el pasado a profundos cambios.
Es interesante hacer un paréntesis en este punto para hablar de la edad de la Tierra. Hasta ahora, hemos hecho hincapié en que el mundo era considerado de reciente creación. Los mitos de los pueblos primitivos y de la mayoría de las religiones acerca de la creación tenían en común un concepto esencialmente estático de un mundo que una vez creado, no había cambiado.
El obispo James Ussher en el siglo XVII, luego de realizar los cálculos pertinentes, concluyó que el mundo había sido creado a las 6 de la tarde del sábado 22 de octubre del año 4004 a.C., su contemporáneo John Lightfoot discrepó con su hipótesis y propuso el año 3928 a.C. como el correcto.
Tuvieron que pasar dos siglos, para que geólogos y biólogos, sumando a las ideas de los naturalistas y filósofos de la Ilustración, extendieran la vida de la tierra. Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon (1707-1788), naturalista francés, la estimó entre 70000 y 500000 años. Immanuel Kant, en 1775, ya hablaba de millones o centenares de millones de años.
James Hutton, considerado el padre de la moderna Geología, desarrolló en 1795 la teoría del uniformismo, la base de la geología y paleontología moderna. De acuerdo al trabajo de Hutton, ciertos procesos geológicos operaron en el pasado en la misma forma que lo hacen hoy en día. El geólogo británico Charles Lyell refinó las ideas de Hutton durante el siglo XIX, y concluyó que el efecto lento, constante y acumulativo de las fuerzas naturales había producido un cambió continuo en la Tierra. Estas fuerzas eran la erosión del viento, la lluvia, el vulcanismo, etc., los procesos que se daban en el presente eran claves para el entendimiento de lo que había ocurrido en el pasado, no se trataba (según las evidencias) de procesos extraordinarios. El libro de Lyell, “Los Principios de la Geología” tuvo un profundo efecto en Charles Darwin (quien lo leyó durante su viaje en el Beagle) y Alfred Wallace.
Por último, el descubrimiento de faunas y floras extrañas y riquísimas durante los viajes de navegantes europeos en los siglos XVI al XVIII, y sobre todo el estudio de los fósiles, pusieron en duda la literalidad del relato bíblico. El descubrimiento de fósiles de organismos extintos y la asociación de determinados fósiles con ciertos estratos llevaron a Robert Hooke (1635-1703) y a Steno (1638-1686) a la conclusión de que los estratos más bajos presentaban fósiles más antiguos que los estratos superiores.
Podía seguirse así una secuencia temporal de la historia de la vida sobre la Tierra.
El siglo XVIII fue clave para la historia de las teorías evolutivas, ya que fue el periodo en que el concepto de evolución se abrió camino en las mentes de los pensadores más avanzados.
Entre ellos se destacan el científico francés Pierre Louis Moreau de Maupertuis (1698-1759), quien llegó a la conclusión de que la capacidad de adaptación al medio de los organismos debía desempeñar un papel decisivo en el futuro de la especie. Buffon propuso que las especies (pero solo las que no habían sido el producto de la creación divina) pueden cambiar. Esto fue una gran contribución sobre el primitivo concepto que todas las especies se originan en un creador perfecto y por lo tanto no pueden cambiar debido a su origen. En Inglaterra, Erasmus Darwin (1731-1802), abuelo de Charles Darwin, médico y naturalista, propuso que la vida había cambiado, pero no presentó un mecanismo claro de cómo ocurrieron estos cambios, sus notas son interesantes por la posible influencia sobre su nieto, como la idea curiosamente británica de que los organismos progresan compitiendo entre sí por el sustento o por las hembras de su especie. Precisamente, el economista y demógrafo Robert Malthus también recurrió a la idea de la competición entre individuos para mostrar que el progreso humano era imposible puesto que la población tiende a crecer a una tasa mayor a la de producción de los alimentos o de recuperación de los recursos (lo que en términos ecológicos se podría decir, más allá de la capacidad de carga del sistema).
En 1753, el botánico sueco, Linneus, intentó clasificar todas las especies conocidas en su tiempo en categorías inmutables. Muchas de esas categorías todavía se usan en biología actual. La clasificación jerárquica Linneana se basaba en la premisa que las especies eran la menor unidad clasificable, y que cada especie (o taxón) estaba comprendida dentro de una categoría superior.
Las dos teorías que más éxito tuvieron en este tiempo fueron la catastrofista y la teoría de transformación de unas especies en otras.
George Cuvier, convencido fijista y adversario de las teorías de la evolución propuso la teoría catastrofista para explicar la extinción de las especies. Cuvier propuso la existencia de varias creaciones que ocurrieron después de cada catástrofe. Louis Agassiz (1807-1873) propuso entre 50 y 80 catástrofes seguidas de creaciones nuevas e independientes.
Jean Baptiste de Monet, más conocido por Caballero de Lamarck (1744-1829) concluyó audazmente, que los organismos más complejos evolucionaron de organismos más simples preexistentes. La teoría lamarckiana señalaba la existencia de cambios en las especies en el tiempo debido al uso o desuso de sus órganos y postuló un mecanismo para ese cambio: la herencia de los caracteres adquiridos. Pero la falta de pruebas de un transformismo según el cual un carácter adquirido por persistentes esfuerzos adaptativos era transmitido, facilitó que la teoría de su adversario Cuvier acabase imponiéndose en los primeros años del siglo XIX. Así, hacia el 1840, el debate sobre fijismo y evolucionismo estaba resuelto a favor del primero. Aún así Lamarck fue sin duda el primer evolucionista genuino, defensor de cambios graduales y de la inmensa edad de la Tierra y promotor de la importancia de la conducta y del ambiente.
Aunque las ideas revolucionarias de la Ilustración se vieron sucedidas por una reacción política durante el siglo XIX, la acumulación de desarrollos científicos que favorecían a las teorías evolutivas continuó.
Trabajando independientemente, Charles Darwin (1809-1882) y Alfred Russell Wallace (1823-1913), desarrollaron la misma teoría acerca de cómo cambió la vida a lo largo de los tiempos. Darwin comenzó su carrera como naturalista al embarcarse en el Beagle y recorrer las costas de Sudamérica y los archipiélagos del Pacífico durante una larga expedición de cinco años (1831-1836). Durante el viaje, Darwin observó como especies estrechamente relacionadas se habían sucedido unas a otras a medida que descendían hacia el sur por el continente americano, así como que las especies del archipiélago de las Galápagos se asemejaban a las de Sudamérica, si bien diferían ligeramente entre unas islas y otras. Darwin llegó a la conclusión de que las especies orgánicas habían evolucionado a lo largo del tiempo. Wallace, por su lado, visitó el archipiélago malayo donde observó que las islas vecinas estaban habitadas por especies estrechamente relacionadas aunque diferentes, como había observado Darwin en las Galápagos.
Los trabajos de Malthus inspiraron en ambos la idea de la supervivencia del más apto. Wallace redactó su artículo y se lo envió a Darwin. Ambos publicaron sendos artículos de modo conjunto en 1858 proponiendo que los organismos tienen capacidad para adaptarse al medio ambiente, presentan caracteres variables que al azar, aparecen en cada población natural y se heredan entre los individuos. Asimismo, también proponen un mecanismo para ese cambio: la selección natural, que implica que todos los organismos tienden a sobre-reproducirse más allá de la capacidad de su medio ambiente para mantenerlos y, que no todos los individuos están adaptados por igual a su medio ambiente, por lo que algunos sobrevivirán y se reproducirán mejor que otros.
En 1859 Darwin publicó su libro “El Origen de las Especies mediante la Selección Natural o la Conservación de las Razas favorecidas en la lucha por la Vida” que influyó profundamente en el desarrollo posterior de la Biología.
Darwin y Wallace pudieron explicar cómo ocurre la evolución, pero no como pasaban las variaciones de una generación a otra (el monje agustino Gregor Mendel había publicado sus trabajos acerca de la genética pero Darwin no llegó a conocerlo). Redescubiertos los trabajos de Mendel en 1900, la genética proveyó las respuestas necesarias. La combinación de los principios de la genética mendeliana y la teoría de la evolución de Darwin-Wallace se conoce como teoría neodarwiniana o Teoría sintética de la evolución, cuyos exponentes fueron el genetista Theodosius Dobzhansky (1900-1975), el zoólogo Ernst Mayr (1904-2005), el paleontólogo George G. Simpson (1902-1984), el botánico George Ledyard Stebbins y el zoólogo Julian Huxley (1887-1975).
Vale la pena citar a Richard Dawkins él, en "El gen egoísta", nos dice: la "supervivencia de los más aptos" es un caso especial de una ley más general relativa a la supervivencia de lo estable y, extiende la competencia a las moléculas del caldo primordial que, en un principio, habrían dado lugar a replicadores. "Aquellos replicadores han recorrido un largo camino. Ahora se los conoce con el término de genes, y nosotros somos sus máquinas de supervivencia".